LUZBY BERNAL

jueves, 2 de diciembre de 2010

Un Dolor Inesquivable, 
Un dolor insoslayable
Claudia

Susurraré esta historia en pocos y escogidos oídos… en los oídos adecuados, en el momento oportuno.


Esta página en blanco que fui escribiendo con apuntes del crecimiento, una constelación de sensaciones, gracias por animarte a sentir conmigo.


Perder a un hijo considero es el dolor más grande sobre la tierra para un ser humano. Cronológicamente seria natural que los padres murieran y los hijos sobrevivieran, pero no al contrario. Cuando los hijos se adelantan es muy difícil para los padres superar esta dura prueba de la vida.


Muchas personas que me compran flores, lo hacen para llevarlas al cementerio, a sus hijos muertos.
El caso que me es más difícil de manejar es el de una de mis clientas de los sábados. Perdió a un hijo de más o menos 24 años de cáncer en los testículos, hace alrededor de cuatro años.


A raíz de esto su vida se acabó, se truncó, se partió. Una ofensiva prueba, precaria y de insólito desequilibrio. Su vida se ha convertido en una existencia banal, monótona, que parece estéril. Es un ser quebrado por la impotencia.
Arrastra sus pies al caminar, de luto riguroso, su tema nunca varía, es monotemático: su hijo muerto.


A pesar de ser una mujer hermosa, se puede decir que es una trigueña despampanante, se ha descuidado por completo, imagen y presentación personal. Se ve ausente, lejana, está llena de sombras, de incógnitas, de pérdida. Le gustaría huir de su hostil entorno.
Una vez le comenté que me encantaría descubrir esa palabra mágica que encontrara un perfecto acomodo en sus oídos, para darle un poco de consuelo.


Me contestó que no existía esa palabra mágica y que en su opinión yo no sabía nada de ese tema.
Me dejó pensando. Verdaderamente no sé nada del tema. A mí no se me ha muerto un hijo. Pero viví ese dolor muy de cerca.


Tenía alrededor de seis años y en ese entonces un solo hermanito de cinco años. Celebrábamos el Día de la Madre, ella hizo un rico almuerzo con mucha variedad. En la tarde, había quedado con unas amigas para salir a pasear a un mirador desde donde se veía panorámicamente mi pequeña ciudad.


No sé porqué tomó la decisión de llevarme únicamente a mí, mi hermanito se quedó en una de las ventanas que daba a la calle, mirando cómo nos alejábamos y llorando desconsoladamente.
Esa imagen vivirá por siempre en mi memoria, a pesar de que solo tenía seis años. Me parece estar viendo el hermoso rostro del niño llorando. Afortunadamente mi única hija nunca lloraba cuando estaba pequeña y yo debía salir sin llevarla.


Una parte del trayecto lo hicimos caminando y como era muy lejos tomamos un taxi. Ya habíamos llegado al destino del paseo y yo estaba jugando en la hierba, de repente oí un gran alboroto, y a mi madre gritando, alguien había llegado en un taxi a avisar algo, no supe que pasó, el todo es que regresamos de inmediato a mi casa, y ahí en su camita estaba mi hermanito muerto.


En hechos que nunca se pudieron esclarecer, un niño sano moría sin ningún ton ni son, al cuidado de una niñera, y escogiendo precisamente un Día de la Madre ¿Qué mensaje quiso enviar?, ¿S
Susurraré esta historia en pocos y escogidos oídos… en los oídos adecuados, en el momento oportuno.


Esta página en blanco que fui escribiendo con apuntes del crecimiento, una constelación de sensaciones, gracias por animarte a sentir conmigo.


Perder a un hijo considero es el dolor más grande sobre la tierra para un ser humano. Cronológicamente seria natural que los padres murieran y los hijos sobrevivieran, pero no al contrario. Cuando los hijos se adelantan es muy difícil para los padres superar esta dura prueba de la vida.


Muchas personas que me compran flores, lo hacen para llevarlas al cementerio, a sus hijos muertos.
El caso que me es más difícil de manejar es el de una de mis clientas de los sábados. Perdió a un hijo de más o menos 24 años de cáncer en los testículos, hace alrededor de cuatro años.


A raíz de esto su vida se acabó, se truncó, se partió. Una ofensiva prueba, precaria y de insólito desequilibrio. Su vida se ha convertido en una existencia banal, monótona, que parece estéril. Es un ser quebrado por la impotencia.
Arrastra sus pies al caminar, de luto riguroso, su tema nunca varía, es monotemático: su hijo muerto.


A pesar de ser una mujer hermosa, se puede decir que es una trigueña despampanante, se ha descuidado por completo, imagen y presentación personal. Se ve ausente, lejana, está llena de sombras, de incógnitas, de pérdida. Le gustaría huir de su hostil entorno.
Una vez le comenté que me encantaría descubrir esa palabra mágica que encontrara un perfecto acomodo en sus oídos, para darle un poco de consuelo.


Me contestó que no existía esa palabra mágica y que en su opinión yo no sabía nada de ese tema.
Me dejó pensando. Verdaderamente no sé nada del tema. A mí no se me ha muerto un hijo. Pero viví ese dolor muy de cerca.


Tenía alrededor de seis años y en ese entonces un solo hermanito de cinco años. Celebrábamos el Día de la Madre, ella hizo un rico almuerzo con mucha variedad. En la tarde, había quedado con unas amigas para salir a pasear a un mirador desde donde se veía panorámicamente mi pequeña ciudad.


No sé porqué tomó la decisión de llevarme únicamente a mí, mi hermanito se quedó en una de las ventanas que daba a la calle, mirando cómo nos alejábamos y llorando desconsoladamente.
Esa imagen vivirá por siempre en mi memoria, a pesar de que solo tenía seis años. Me parece estar viendo el hermoso rostro del niño llorando. Afortunadamente mi única hija nunca lloraba cuando estaba pequeña y yo debía salir sin llevarla.


Una parte del trayecto lo hicimos caminando y como era muy lejos tomamos un taxi. Ya habíamos llegado al destino del paseo y yo estaba jugando en la hierba, de repente oí un gran alboroto, y a mi madre gritando, alguien había llegado en un taxi a avisar algo, no supe que pasó, el todo es que regresamos de inmediato a mi casa, y ahí en su camita estaba mi hermanito muerto.


En hechos que nunca se pudieron esclarecer, un niño sano moría sin ningún ton ni son, al cuidado de una niñera, y escogiendo precisamente un Día de la Madre ¿Qué mensaje quiso enviar?, ¿Se entristeció tanto porque no lo llevamos al paseo?, ¿se murió de pesar?
Preguntas sin respuestas…
Vi muchas veces a mi madre llorar, un dolor inesquivable, una relación de recuerdos insoslayables.


Mi padre hizo una hermosa tumba, si es que una tumba puede ser hermosa. La construyó con unas pequeñas baldocitas que en Colombia se llaman azulejos, en colores blanco, verde manzana y azul turquesa y mi madre sembró plantas de flores.Todos los domingos luego de almorzar íbamos al cementerio a visitar la tumba. Nunca nos ponían falta.


Según la costumbre en esos tiempos, a los dos años, la tumba se clausuraba y los restos pasaban a una fosa común. De todas maneras mi madre se las arregló para ir por tres años adicionales a llevar flores a cualquier tumba que viéramos sin ellas.
Después de esos tres años y con el nacimiento de mis otros cuatro hermanos, se hacía imposible la misión.


Curiosamente después del fallecimiento de mi hermanito, a mis padres les nació un varón, que se convirtió en el favorito de ellos por siempre. Los otros hermanos siempre ironizamos sobre ese favoritismo. Recién ahora, que les narro esta historia, descubro que volcaron todo el amor que tenían para su niño muerto, en el nuevo bebé. Recién ahora lo comprendo, lo acepto y lo apruebo.
Tal vez sus nuevos hijos fueron una ventana a la esperanza para ella. Lo cierto es que jamás volvió a tocar el tema. Tal vez lo olvidó o tal vez fue un puro convencionalismo, pero de cara a su propio yo, muy seguramente seguía sufriendo. Crecemos en el alma, pero siempre seremos frágiles en el dolor.


No fue sino hasta que mi hermano, su hijo favorito, estuvo en edad de presentarse para el servicio militar, que tuve la feliz idea de escribir una carta en la cual expresaba el sentimiento de mi madre, para presentarla el día de la cita.


Con la autoridad que le otorgaba su condición de madre que había perdido un hijo y no querer perder otro; puntualizaba en uno de los apartes… No sé qué fibras habré movido en el corazón de esos militares, pero mi madre regresó a casa con su muchacho exonerado del servicio militar. De las cartas que he hecho, esa fue la que mejores e inmediatos resultados ha obtenido.


Es posible que ella haya olvidado ese capítulo de su vida ¿Cómo lo logró? Es un enigma insondable. En mi opinión pasó esa página amarga a lo grande. Para siempre.


La entendí no siempre bien, pero sí lo mejor que pude ¡¡¡lo intenté!!! Luego mejor en mi condición de adulta y todavía más ahora desde mi dimensión de madre.



Fanny Flowers

http://www.fannyflowers.com/historia50Dolor.html

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