LUZBY BERNAL

jueves, 21 de julio de 2011

Matot-Masei 5770

 

Matot(Números 30:2-32:42)

 

Matot-Masei 5770

Con estas 2 parashiot, concluyen 40 años en el desierto, donde el pueblo de Israel tuvo 42 paradas en su andar (keneged 42 palabras que hay en las 7 Tefilot: Ana Bekoaj [Shla Hakadosh]), hasta llegar a la tierra de Israel.
Cuando termina un periodo tan importante en la vida de un pueblo, o finaliza una época en la vida de toda persona, es sabio y necesario hacer un jeshbón hanefesh (balance espiritual). Este balance determina quiénes somos, qué hicimos, dónde estuvimos y nos da nuestro propio grado de conciencia.

Así la Torá nos dice puntualizando: “Estos son los lugares en los que se detuvo nuestro pueblo”. Y además, cada uno de estos lugares es designado en base a algo significativo que ocurrió en él.
Nos dice el Baal Haturim, Yaacov ben Harosh Z.Tz.L. (1270-1348), acerca de estos lugares, por mencionar algunos, como ejemplos:
Acamparon en Sucot y ¿Que paso ahí? justamente ahí se cubrieron con las Ananei HaCabod (las Nubes de Gloria) por él mérito de Aarón Hacohen. Pararon en Jirot. Moshe Rabénu les dijo así: Ustedes son libres. (Lashón Jerut).
Acamparon en Midbar Sin y aumentaron una yud, (Midbar Sinai), equivalente a los 10 mandamientos. Pararon en Dofka, se llama así porque su corazón Dafak (Palpitaba) por falta de pan.
Acamparon en Alush y ahí justo se les dio el Maná (pan del cielo), Por el merito de Abraham Abinu, que le dijo a Sara: “Lushi Vaasi Ugot”, amasa pan para los 3 inesperados huéspedes (ángeles) por este mérito cayó el Maná a los hijos del pueblo de Israel.
Este jeshbón hanefesh, tan importante que nos enseña la Parashá, debemos realizarlo diariamente. Los grandes hombres están concientes de sí mismos en todo lugar y en todo momento.
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Cuentan de Rav Israel Meir Keigan, Jafetz Jaim Z.Tz.L. (1839-1933), de bendita memoria, que solía subir a un pequeño cuartito, solo, cuando nadie lo veía y justamente ahí, hacia jeshbón hanefesh. En una ocasión uno de sus alumnos subió y se escondió, ahí escucho posteriormente al gadol que decía: "Israel Meir, te acuerdas de casi todo lo que hiciste hoy, pero, ¿como es posible que no te acuerdes que hiciste aquella media hora? ¿Acaso crees que puedes desperdiciar media hora?", así seguía revisando diariamente todos sus actos.
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En una ocasión, en la Ieshivá de Etz-Jaim, en Jerusalem, cuando el Rosh Ieshivá era, Rav Iser Zalman Meltzer Z.Tz.L, llegó uno de sus alumnos y le dio la invitación para el Bar Mitzvá de su hijo. Era prácticamente imposible que el Gadol acudiera al evento, por su avanzada edad y estado de salud. Más cuál fue la sorpresa, que el día de la Simjá, entro Rav Iser Zalman a desearle Mazal Tov.
Mil gracias le dijo su alumno, entendemos su dificultad para venir. El Rosh Ieshivá le dijo: “Es cierto, pero tenía que venir. Cuando me diste la invitación, recordé de pronto haber participado en el Brit Milá de tu hijo, y así también en tú boda. Empecé a hacer jeshbón hanefesh, y gracias a ti empecé a evaluarme. Ahora quería felicitarlos y agradecerte porque me ayudaste a realizar mi propio balance”.
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Me contó Rav David Shweke Shelita, que en la época del Baal Shem-Tov, vivía en la ciudad de Darhavich, un tzadik muy grande, conocido como el “Tzadik de Darhavich”. El mismo Baal Shem–Tov, decía que este justo era el más grande de toda la generación, aunque nunca se habían visto. Este tzadik tenía la costumbre, cada noche, de hacer jeshbón hanefesh, decir el seder de Kriat Shemá al HaMitá y después poner su cabeza en la almohada para irse a dormir instantáneamente. Si había cometido solamente un error en el día, entonces no podía dormir hasta hacer teshuvá.
Sucedió que aquella noche, no pudo dormir, empezó a recapitular para averiguar cuál podía haber sido su equivocación, y finalmente lo recordó. Ese día había oído a una persona hablar lashón hará del Baal Shem-Tov y no dijo nada. Él pensó: Para que contestar, sólo voy a causar un pleito.
Entendió la gravedad del asunto y se dijo a sí mismo: No voy a poder dormir, viajaré toda la noche y mañana rezaré en el Shul del Baal Shem- Tov y después de la tefilá le pediré perdón. Era día de Sefer Torá y sorpresivamente fue llamado a una Aliyá por su nombre, pronunciado por el mismo Baal Shem-Tov, sin haberse presentado nunca antes ante él.
Después de que concluyó el rezo, se le acercó el Baal Shem-Tov, y sin que él dijera nada, le dijo: “No te preocupes, todo está borrado y perdonado”. Se fue feliz de regreso a Darhavich. De aquí vemos lo importante de hacer jeshbón hanefesh diariamente y lo serio que es hablar mal de otros y con más razón de un Rav.
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La Tefilá acompañada de jeshbón hanefesh hace maravillas. Debemos preguntamos con honestidad ¿realmente puntualizamos con señas nuestras paradas en el mundo?
¿Qué clase de jeshbón hanefesh hacemos, si es que lo hacemos?
Recordemos cuando éramos niños, como crecimos, cuando conocimos a nuestra querida pareja, nuestros hijos, nietos y todo lo bueno que Dios nos ha dado siempre. Todas las dificultades y problemas de los cuales Hashem, de manera compasiva, siempre nos ha salvado. ¿Cómo le podemos fallar?
Por eso, es tan importante esta parashá, para empezar a reflexionar en nuestro deambular por este mundo finito y pensar con honestidad quiénes somos, qué queremos y sobre todo qué espera Hashem de nosotros.


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