LUZBY BERNAL

domingo, 14 de agosto de 2011

Israel, la rebelión de una clase media

Israel, la rebelión de una clase media

Protestas Israel
Unas 250.000 personas se congregaron en Tel Aviv el sábado pasado para protestar. Las manifestaciones continúan y para este fin de semana había varias planeadas .

El excesivo costo de vida y desempleo desataron las protestas más grandes que haya vivido ese país.

A primera vista, parece un simple campamento, con muchos jóvenes sonrientes y una energía singular. Pero el mar de tiendas de campaña en un bulevar céntrico de Tel Aviv no es el entorno más común para ello. A menos que se trate de lo que realmente es: un campamento de protesta. Contra la carestía en Israel, y un especial énfasis en el costo de la vivienda.
El fenómeno se ha extendido en cuestión de días y hay carpas de norte a sur del país, con manifestaciones que ya alcanzan las 300.000 personas que han salido a la calle a exigirle al Gobierno un cambio drástico en su manejo económico de la situación. Además, las protestas principales ya no son no solo en Tel Aviv, sino en Beer Sheba, en el sur.
"Yo todavía no lo puedo creer. Pero es un hecho: es una gran esperanza", dijo hace unos días Itzik Shmuli (de 27 años), Presidente de la Asociación de Estudiantes de Israel. Hace apenas unas semanas estaba en Estados Unidos aguardando un vuelo hacia Cuba, para cumplir su viejo sueño de visitar la isla. Mientras leía una biografía del Che, en hebreo, recibió una llamada de amigos de Israel: "Tienes que venir a ver lo que está pasando. Es grande. La gente quiere cambio y está haciendo algo por ello. No puedes fallar".
Itzik no lo dudó . Tomó un vuelo de regreso a Israel y hoy es considerado uno de los líderes de la protesta.
Él y cientos de jóvenes protagonizan lo que muchos ya llaman 'la rebelión de la clase media', y se han convertido en las figuras sobre cuyos hombros parece recaer la responsabilidad del cambio.
Entre ellos está Stav Shafir, de 26 años, que vive en Tel Aviv y estudia Filosofía e Historia de la Ciencia. Stav alquilaba una habitación en el sur de la ciudad, pero tuvo que irse debido a un aumento repentino del 50 por ciento del canon que le exigía el dueño. Se dijo que algo debía cambiar radicalmente y que con quejarse no bastaría. Por eso se instaló en una pequeña carpa en la calle Rotschild con un cartel, que hoy es la consigna oficial de la protesta: ¡Basta! ¡El pueblo exige justicia social!
El hecho de que alrededor del 40 por ciento de la población israelí no se encuentre en el mercado de trabajo formal es una seria fuente de preocupación. Existe, además, un dilema con muchos de los ultraortodoxos que dedican sus días a los estudios de las Sagrados Escrituras. Al no aportar a la fuerza laboral del país y recibir subvenciones a través de sus casas de estudios judaicos (yeshivot) y del Seguro Nacional, por la gran cantidad de hijos que estas familias religiosas suelen tener, constituyen un peso para la minoría que trabaja y carga sobre sus hombros con los gastos del presupuesto nacional.
El principal problema es que la mayoría de la población está entre los que no trabajan y viven de subvenciones.
Otro tema que ha incidido en los gastos del Estado es el de los asentamientos, cuyo mantenimiento -económico y por la seguridad que requieren- ha significado sumas astronómicas para el Estado.
Los manifestantes son conscientes de que no podrán cambiar todo de raíz. Cabe recordar que el primer ministro, Benjamín Netanyahu, tiene visión capitalista de libre mercado y no volverá al socialismo inicial. Pero, de hecho, nadie tampoco se lo está pidiendo a ese extremo.
Las dos grandes preguntas son si acaso la protesta conseguirá cambios radicales y si la situación actual terminará eventualmente con el gobierno de Netanyahu. Uno de sus ministros, el titular de Interior, Eli Ishay, ya dijo que si no hay respuestas claras a las exigencias sociales, él está dispuesto a irse con su partido, el Shas, de la coalición.
Hay un aire de solidaridad, de "unidos", que emociona a quienes se acercan. Y frases como "lo mejor de la sociedad sale a la calle a protestar", son descripciones claras de lo que está sucediendo.
'Ahora tenemos un mejor país'
Respuesta a Amos Oz de un analista económico israelí
Nehemia Strassler, analista económico del diario 'Haaretz', le recordó a Oz que las primeras décadas del Estado de Israel independiente fueron difíciles y que el nivel de vida promedio que tiene la mayoría de los ciudadanos en los últimos años era impensable en aquellos tiempos. "En los últimos 30 años ha habido subvenciones para todos los niños y también hay un seguro extra para aquellos que no ganan lo suficiente, algo que no existía en absoluto en el paraíso de Oz (...) La suerte fue que nuestros patriarcas fundadores, a pesar de que vinieron de la revolución socialista en Europa, comprendieron que a la larga el socialismo conduce a la pobreza y la necesidad, y corrieron a la economía de mercado después de un tiempo relativamente corto. Este proceso, que todavía está en curso, nos salvó. De una economía cerrada y atrasada, basada en la exportación de naranjas, nos convertimos en exportadores de 'hi tech', a la vanguardia de la tecnología".
JANA BERIS
CORRESPONSAL DE EL TIEMPO
JERUSALÉN

El retorno a la sociedad solidaria / OPINIÓN
Israel nunca ha sido un Estado igualitario. Pero en sus mejores días era más equitativo que la mayoría de los estados del mundo. La pobreza no era aguda ni la riqueza, ostentosa; y la responsabilidad social con los pobres era demostrada no solo desde lo económico, sino también desde lo emocional.

En la temprana Israel, aquellos que trabajaban podían darse, y a sus familias, una modesta pero respetable calidad de vida. Los nuevos inmigrantes, los refugiados, los inmigrantes de los campamentos, todos, recibían educación pública, servicios de salud y vivienda. Joven, la pobre Israel era una maestra emprendedora social.

Pero todo esto se ha destruido en los últimos treinta años, por cuenta de los gobiernos de los grandes capitales, que estimularon y enardecieron las leyes de la jungla económica.

La protesta que hoy se vive en Israel hace tiempo que dejó de ser un mero alzamiento sobre la angustia por la vivienda. El corazón de esta protesta es la afrenta e indignación contra la indiferencia del Gobierno por el sufrimiento de sus gentes, la doble moral contra la población trabajadora y la destrucción de la solidaridad social. Las miradas que alientan el despliegue de los encampados, de los médicos que marchan por sus pacientes, de las demostraciones y los mítines son un encantador renacimiento de la confraternidad. Después de todo, antes de decir "justicia social" y "abajo el Gobierno", es: "somos hermanos".

Los recursos que se requieren para restablecer la justicia social en Israel están localizados en tres lugares:
Primero, en los billones invertidos por Israel en los asentamientos, que son el mayor error en la historia del Estado, así como su mayor injusticia.

Segundo, en las sumas mastodónticas encauzadas hacia las yeshivot ultraortodoxas, donde generaciones han crecido, formadas en el desprecio hacia el Estado, su gente y la realidad del siglo XXI. Y tercero, en el apasionado apoyo del gobierno de Netanyahu y sus predecesores por el enriquecimiento desenfrenado de unos cuantos magnates y sus amigotes, a expensas de la clase media y la pobre.

Que no se nos olvide de dónde proviene la riqueza vertida en los asentamientos: las yeshivot y los

magnates. Proviene del trabajo y el talento creativo de millones de israelíes.

Ninguno de los partidos, ni los veteranos de la oposición, generaron esta protesta. Nació de la devoción y el entusiasmo de cientos de miles de jóvenes que arrastraron en su despertar a la mejor gente del país.

Amos Oz ©
Escritor israelí

EL TIEMPO.COM

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