LUZBY BERNAL

sábado, 13 de agosto de 2011

Los desaciertos de Zapatero acercan a Rajoy a la presidencia española

Los desaciertos de Zapatero acercan a Rajoy a la presidencia española



Todo apunta a que el Psoe pagará en las elecciones de noviembre los desaciertos del Presidente.

A 100 días de las elecciones generales, pocos dudan en España de que el líder del Partido Popular, Mariano Rajoy, será el próximo ocupante del Palacio de la Moncloa, sede de la Presidencia de Gobierno.

Con sus erráticas decisiones al final de su segundo mandato y su desastrosa gestión de la crisis económica, el aún presidente, José Luis Rodríguez Zapatero, ha arrastrado al abismo al Partido Socialista, que empezará una incierta travesía del desierto, con millones de sus adherentes tradicionales dándole la espalda al gobierno que votaron.

¿Cómo ha podido irse a pique el candidato que se ganó por dos veces al electorado español, al frente de un partido tan veterano y curtido en mil batallas democráticas desde sus fundación, a comienzos del siglo XIX?

Asistí como invitado al decisivo 35 Congreso del Psoe, celebrado en julio del 2000 en las afueras de Madrid. Los socialistas, tras dos derrotas electorales consecutivas desde la salida de Felipe González del Gobierno, estaban obligados a renovar un liderazgo interno que permanecía en manos de una comisión gestora ineficiente. Los trabajos de pomposas comisiones más o menos ideologizadas eran lo de menos, lo que se jugaba en tormentosas reuniones hasta la madrugada era el nombre del futuro Secretario General y candidato a la Presidencia.

Hasta el último momento, se daba por descontado que el candidato de la 'nomenklatura' del Psoe, el actual Presidente del Congreso, José Bono, contaba con la mayoría de los votos en juego. Su oponente era el líder de la delegación de Castilla-León, un diputado joven que, aunque no recién llegado a la política -había repetido como parlamentario en cinco legislaturas-, sí tenía un perfil bajo entre las figuras de la política nacional.

Se llamaba José Luis Rodríguez Zapatero. En los pasillos del Congreso me contó su proyecto 'Nueva Vía', en el que le acompañaba decisivamente la actual ministra de Exteriores, Trinidad Jiménez: "Una nueva forma de hacer política", desligada de los viejos hábitos y aparatos partidistas, para conectar con los jóvenes abstencionistas y alternativos en la necesidad de "modernizar" España.

Mientras, su brazo derecho, José 'Pepiño' Blanco, iba arrancando voto a voto a delegaciones y tendencias internas, con el inevitable trasiego de promesas sobre puestos futuros. Y al final, la sorpresa: Zapatero derrotó al candidato del aparato del Psoe por escasos 9 votos entre cerca de mil. Una bocanada de aire fresco y renovador en la política española, con ciertos toques de "ingenuo adanismo generacional", en palabras del analista Javier Pradera.

En marzo del 2004, pocos días antes de las elecciones generales, con Zapatero y Rajoy como candidatos respectivos por el Psoe y el PP, se produjeron en Madrid los más sangrientos atentados de la Europa contemporánea. Comandos suicidas islamistas hicieron estallar 10 explosivos en trenes de cercanías, que dejaron 191 muertos y cerca de 2.000 heridos.

Aunque desde el principio estuvo clara la autoría de la matanza, reivindicada como represalia por la participación española en la invasión de Irak, el gobierno del Partido Popular intentó manipular la opinión ocultando evidencias y apuntando a la organización separatista ETA como autora de la masacre.

La reacción al engaño del gobierno del Partido Popular y el talante pacifista del programa del Psoe otorgaron una victoria casi inesperada a los socialistas. A los 20 minutos de formar Gobierno, Zapatero ordenó a su canciller Moratinos que informara al presidente George W. Bush de la retirada inmediata de las tropas españolas en Irak.

Luego llegó una serie de medidas de modernización de la sociedad española: vía libre a los derechos de los cónyuges homosexuales, Ministerio de la Igualdad, cuotas femeninas del 50 por ciento en todos los cargos, incluido el propio Gobierno, ayudas a los parados jóvenes y a sus necesidades de vivienda... No le fue difícil a Zapatero derrotar por segunda vez a Mariano Rajoy como cabeza de lista del PP en los siguientes comicios, en el 2008.

Pero pronto llegaron las dificultades para Zapatero en su segunda legislatura. Empezó negando la existencia de la crisis económica que ya azotaba a España, como al resto de las economías europeas, a partir de la llamada "burbuja inmobiliaria", con el paro aumentando sin cesar, mes tras mes.

Atrapado en lo que los analistas han llamado su "pensamiento ilusorio" y él mismo su "optimismo antropológico", profundamente ignorante en economía, Zapatero intentó autoconvencerse de que las dificultades pasarían pronto
mientras la sociedad captaba la gravedad de la situación), aislado de la gente por una pequeña corte de yuppies, entre los que destacan el antiguo secretario general de las Juventudes Socialistas, Javier de Paz, hoy empresario público y el verdadero cerebro del "zapaterismo"; Javier Barroso, antiguo izquierdista, hoy metido en negocios audiovisuales y que fue su primer responsable de Comunicación.

En mayo del 2010, cediendo a la presión de los mercados y a las instituciones internacionales, Zapatero instauró una serie de medidas económicas de extremada impopularidad, devastadoras para su imagen y la del Partido Socialista, en un intento de atajar una crisis que no supo abordar a tiempo, mientras la deuda exterior se encarecía, España bajaba en la calificación de las grandes agencias y se seguía perdiendo empleo.

Con cinco millones de desempleados, más de 300.000 familias que perdieron sus casas en los últimos tres años y cerca de la mitad de los jóvenes sin ninguna perspectiva sobre su futuro, nutriendo el movimiento de los 'indignados', el Presidente anunció, en abril pasado, que ya no sería candidato en las elecciones previstas para marzo del 2012, aunque iba a intentar a toda costa terminar la legislatura, confiando, contra toda evidencia, en que la economía pintaría mejor a partir de septiembre. A estas alturas, el gobierno Zapatero aparecía en las encuestas como la institución peor valorada sobre una lista de 39.

El influyente analista Josep Ramoneda define así el ocaso de Zapatero: "Creo que no es un cínico y, en cambio, no ha sabido transmitirlo porque está demasiado parapetado detrás de una piel de elefante que lo ha alejado de la realidad".

El economista y antiguo director de El País, Joaquín Estefanía, sentenciaba en este diario: "La ausencia de credibilidad de ZP ha venido determinada por el tardío reconocimiento de los problemas económicos (siempre ha ido por detrás de las dificultades) y por las medidas contradictorias adoptadas para paliar sus peores efectos".

La catástrofe del Psoe en las elecciones municipales y autonómicas celebradas el pasado 22 de mayo -en las cuales los socialistas perdieron los ayuntamientos de las ciudades más importantes, como Barcelona, y comunidades autónomas tan importantes como Cataluña o el País Vasco- aumentó el clamor entre las propias filas socialistas para que Zapatero no prolongara su agonía y permitiera al candidato a Presidente, el antiguo Ministro del Interior Alfredo Pérez Rubalcaba, preparar una campaña en la que pudiera distanciarse del desastre zapaterista. La sangría entre los electores socialistas, que se han considerado traicionados por la gestión de gobierno, superaba ya los dos millones, cuando el Presidente anunció por fin el adelanto de los comicios para el próximo noviembre.

La campaña electoral que se inicia en este tórrido agosto español tiene como contendientes a un profesor de química, Alfredo Pérez Rubalcaba, y a un Registrador de la Propiedad derrotado en dos elecciones anteriores.

Ambos tratan de distanciarse de su circunstancia de partida, un gobierno socialista abandonado por la opinión pública y un antiguo presidente, José María Aznar, demasiado escorado a la derecha para conquistar el decisivo voto de centro.

Rubalcaba trata de retomar un discurso de izquierda moderada, "romper ese axioma casi irreductible de que los beneficios van para unos pocos y las pérdidas van para la mayoría", anunciando que se potenciará la sanidad pública -ahorrando, no privatizando- y que, de ser elegido, se volcará en la educación: "Es cara, pero más cara es la ignorancia".

En su campaña estará prohibido el insulto y su lema es "escuchar, hacer, explicar".

Por su parte, Mariano Rajoy sabe que en la sociedad española hay una pulsión de cambio, y eso le basta. Anuncia que hará en España algo similar al "Plan Cameron (el primer ministro inglés) de confianza" y se distancia de Aznar, que en su libro Libertad y solidaridad señala que el Estado de Bienestar es "incompatible con la sociedad actual".

Rajoy anuncia que no hará recortes sociales, aunque la gestión del PP en las regiones que gobierna hace temer lo contrario. Sin dar a conocer futuras iniciativa concretas, para no dar munición electoral a los socialistas, auguran los portavoces del PP que sacarán a España de la crisis, sabiendo que la inseguridad favorece el voto a la derecha, como lo señala el sociólogo Enrique Gil Calvo: "Por un explicable instinto de conservación que te lleva a entregar la cartera al atracador con tal de salvar la vida".
ANTONIO ALBIÑANA
ESPECIAL PARA EL TIEMPO

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