LUZBY BERNAL

sábado, 13 de agosto de 2011

SIETE MURALLAS CONTRA LA IMPUREZA SEXUAL: PARTE II

sábado 13 de agosto de 2011

SIETE MURALLAS CONTRA

LA IMPUREZA SEXUAL: PARTE II


Por Alberto N. Martin

sábado 13 de agosto de 2011

SIETE MURALLAS CONTRA LA IMPUREZA SEXUAL: PARTE II


Por Alberto N. Martin

2.  Debo  tener  la  convicción de  que  mi  cuerpo,  incluyendo  mis  partes  y  capacidades sexuales, existe para el servicio del Señor.

“Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, mas yo no me dejaré dominar de ninguna.  Las viandas para el vientre, y el vientre para las viandas; pero  tanto al uno como a  las otras destruirá Dios.  Pero el cuerpo no es para  la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo” (1 Co. 6:12-13).
Algunas personas dicen: “Tengo un estómago; le da hambre; Dios hizo los alimentos para satisfacer esa necesidad, por ello  las viandas son para el vientre y el vientre para  las viandas.  Así  también  tengo un cuerpo, el cual tiene apetitos y capacidades sexuales, por tanto tengo que satisfacer esos apetitos del modo que yo escoja, ¿no es así?”
“No”, dice Pablo.  Ese paralelismo es incorrecto.  El cuerpo no se hizo para la impureza sexual, sino para el  servicio de  Dios,  y  el  Señor  es  para  el  cuerpo.    El  paralelismo no  es  apetito  sexual-fornicación, fornicación-apetito  sexual,  sino  apetito  sexual  canalizado  para  el  servicio del  Señor  y  el  Señor comprometido con el cuidado y la preservación del cuerpo, incluyendo sus partes y capacidades sexuales. 
¿Y cómo sabemos eso?  “Y Dios, que levantó al Señor, también a nosotros nos levantará con su poder” (v. 14).  A Dios le servimos en el cuerpo ahora y en el mundo venidero.  De lo que sé de las Escrituras, nuestro cuerpo no es para la fornicación, sino para el servicio del Señor.
“Así  que, hermanos,  os  ruego por  las misericordias  de Dios, que  presentéis  vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional” (Ro. 12:1)
¿Le has dicho al Señor: “Oh, Señor Jesucristo, quiero que este cuerpo sea para  tu servicio.   Quiero que todas  sus  facultades,  capacidades,  fuerza y  energía  se gasten haciendo  tu voluntad”?  No pongas  entre paréntesis  tus  facultades  sexuales.  No debemos pensar  como paganos,  sino como  cristianos.  Presenta todo  tu  cuerpo.   Debes  tener  la convicción de  que  tu  cuerpo,  incluyendo  sus  capacidades  y  órganos sexuales, existen para el servicio de Dios.  Encontrarás como un gran medio de la gracia el desarrollar el hábito cada día de consagrar ante él todos los miembros de tu cuerpo, especialmente a la hora del baño, estando en completa desnudez entre  tú y Dios. 
“Señor,  toma mis ojos; que sólo miren  las cosas que  te agradan.  Toma mis  oídos;  así  como  los  limpio  ahora con  agua  y  jabón,  límpialos  de  todo  lo  que  han escuchado que no debieron. Toma mis manos para que hagan tu voluntad”. 
Y así presentas a Dios todo lo que eres y desarrollas el pensamiento de que el cuerpo sirve para el servicio de Señor, incluyendo sus capacidades sexuales.
¿Pueden ver,  jovencitas, qué gran  incentivo es éste para que  se mantengan puras?  Puede que un  joven empiece a mostrar interés en ti; y quizás él no esté bien instruido en las Escrituras.  [La gracia no niega la existencia  de  las  hormonas].   Cuando  él  vaya a  tomar  libertades  que  no  le  son debidas, dile con misericordia:  “Juan, Pedro, Miguel  (cualquiera  sea  su nombre)…este cuerpo  existe para  el  servicio del Señor.  Esas partes que tú deseas tocar y tentar son territorio prohibido.  Están guardadas para la hora en que en el servicio a Cristo pueda entregarlas gozosamente al hombre que Dios me dé como esposo”.

¿Has encontrado eso ofensivo?  ¿Encuentras chocante que alguien te hable así en una asamblea cristiana? 
A  Pablo  aparentemente  no.   Porque en  el  contexto  de  urgirles  a  huir  de  la  fornicación,  les  dio  este tremendo segundo  incentivo; el conocimiento y  la convicción de que sus cuerpos,  incluyendo sus partes sexuales, existen para el servicio del Señor.

¿Ven  lo  contrario  que  es  esto  al  pensamiento  del mundo?   El mundo dice:  “Ese cuerpo  es mío;  es mi propio terreno de juego, y es asunto mío el cómo lo use”.  Esa es la filosofía del mundo; pero no es cierta. 
Dios hizo el cuerpo; es su dueño por creación, y como dice al  final del pasaje,  le pertenece a Dios por redención.  Necesitas pensar como Dios dice que eres en realidad.


2.  Debo  tener  la  convicción de  que  mi  cuerpo,  incluyendo  mis  partes  y  capacidades sexuales, existe para el servicio del Señor.

“Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, mas yo no me dejaré dominar de ninguna.  Las viandas para el vientre, y el vientre para las viandas; pero  tanto al uno como a  las otras destruirá Dios.  Pero el cuerpo no es para  la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo” (1 Co. 6:12-13).
Algunas personas dicen: “Tengo un estómago; le da hambre; Dios hizo los alimentos para satisfacer esa necesidad, por ello  las viandas son para el vientre y el vientre para  las viandas.  Así  también  tengo un cuerpo, el cual tiene apetitos y capacidades sexuales, por tanto tengo que satisfacer esos apetitos del modo que yo escoja, ¿no es así?”
“No”, dice Pablo.  Ese paralelismo es incorrecto.  El cuerpo no se hizo para la impureza sexual, sino para el  servicio de  Dios,  y  el  Señor  es  para  el  cuerpo.    El  paralelismo no  es  apetito  sexual-fornicación, fornicación-apetito  sexual,  sino  apetito  sexual  canalizado  para  el  servicio del  Señor  y  el  Señor comprometido con el cuidado y la preservación del cuerpo, incluyendo sus partes y capacidades sexuales. 
¿Y cómo sabemos eso?  “Y Dios, que levantó al Señor, también a nosotros nos levantará con su poder” (v. 14).  A Dios le servimos en el cuerpo ahora y en el mundo venidero.  De lo que sé de las Escrituras, nuestro cuerpo no es para la fornicación, sino para el servicio del Señor.
“Así  que, hermanos,  os  ruego por  las misericordias  de Dios, que  presentéis  vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional” (Ro. 12:1)
¿Le has dicho al Señor: “Oh, Señor Jesucristo, quiero que este cuerpo sea para  tu servicio.   Quiero que todas  sus  facultades,  capacidades,  fuerza y  energía  se gasten haciendo  tu voluntad”?  No pongas  entre paréntesis  tus  facultades  sexuales.  No debemos pensar  como paganos,  sino como  cristianos.  Presenta todo  tu  cuerpo.   Debes  tener  la convicción de  que  tu  cuerpo,  incluyendo  sus  capacidades  y  órganos sexuales, existen para el servicio de Dios.  Encontrarás como un gran medio de la gracia el desarrollar el hábito cada día de consagrar ante él todos los miembros de tu cuerpo, especialmente a la hora del baño, estando en completa desnudez entre  tú y Dios. 
“Señor,  toma mis ojos; que sólo miren  las cosas que  te agradan.  Toma mis  oídos;  así  como  los  limpio  ahora con  agua  y  jabón,  límpialos  de  todo  lo  que  han escuchado que no debieron. Toma mis manos para que hagan tu voluntad”. 
Y así presentas a Dios todo lo que eres y desarrollas el pensamiento de que el cuerpo sirve para el servicio de Señor, incluyendo sus capacidades sexuales.
¿Pueden ver,  jovencitas, qué gran  incentivo es éste para que  se mantengan puras?  Puede que un  joven empiece a mostrar interés en ti; y quizás él no esté bien instruido en las Escrituras.  [La gracia no niega la existencia  de  las  hormonas].   Cuando  él  vaya a  tomar  libertades  que  no  le  son debidas, dile con misericordia:  “Juan, Pedro, Miguel  (cualquiera  sea  su nombre)…este cuerpo  existe para  el  servicio del Señor.  Esas partes que tú deseas tocar y tentar son territorio prohibido.  Están guardadas para la hora en que en el servicio a Cristo pueda entregarlas gozosamente al hombre que Dios me dé como esposo”.

¿Has encontrado eso ofensivo?  ¿Encuentras chocante que alguien te hable así en una asamblea cristiana? 
A  Pablo  aparentemente  no.   Porque en  el  contexto  de  urgirles  a  huir  de  la  fornicación,  les  dio  este tremendo segundo  incentivo; el conocimiento y  la convicción de que sus cuerpos,  incluyendo sus partes sexuales, existen para el servicio del Señor.

¿Ven  lo  contrario  que  es  esto  al  pensamiento  del mundo?   El mundo dice:  “Ese cuerpo  es mío;  es mi propio terreno de juego, y es asunto mío el cómo lo use”.  Esa es la filosofía del mundo; pero no es cierta. 
Dios hizo el cuerpo; es su dueño por creación, y como dice al  final del pasaje,  le pertenece a Dios por redención.  Necesitas pensar como Dios dice que eres en realidad.

http://purezaencristo.blogspot.com/2011/08/siete-murallas-contra-la-impureza_13.html#comment-form

1 comentario:

Regino Mosquera dijo...

Gracias por publicarlo también en tu blog, es una serie de siete partes, esta es la segunda, en los siguentes dias estaré publicando las otras!