LUZBY BERNAL

lunes, 16 de abril de 2012

Adán y Eva.

Varios/Otros ~ Adán y Eva.



La Luz no conoce la limitación.

El miedo supremo, vuestro peor terror como seres físicos, aparentemente es el miedo a la muerte, el cual hemos tratado en otros momentos de estas transmisiones. Ahora ya sabéis que sólo al asumir la muerte y vuestra propia inmortalidad es que podéis dejara un lado la mayor aprensión que tenéis. Vuestra adopción de las filosofías orientales y la creciente aceptación del proceso kármico os ayudan a comprender vuestro eterno retorno y transformación. En verdad, el entender la reencarnación es una gran ayuda para apaciguar a esa bestia primordial: el miedo a la no-existencia.

Pero ¿qué hay del diablo, esa fuerza malévola por excelencia?

Partís de la premisa, de la comprensión, de que todo lo que existe es un reflejo del Todo-lo-que-es, Que-siempre-ha-sido y Que-siempre-será, y desde el inicio de vuestra instrucción religiosa y filosófica os adoctrinan en el dogma de tal manera que os cegáis con la antítesis entre el arquetipo del dechado de maldad y el Ser Supremo.

¿Nunca os habéis preguntado que si todo es Dios —el Todo-lo-que-es—, cómo explicamos entonces al diablo, el gran homólogo de la fuerza divina? ¿Cómo puede emerger algo como un ente separado, si todo es Dios? Dios, todo lo que es sacrosanto y bueno, ¿contiene en sí al diablo? Decir que la religión se contradice a sí misma es una sublime cortedad de palabras.

Aquí reside la paradoja filosófica de vuestras religiones, pues veis que el diablo, una fuerza maligna que hay que conquistar y dominar, simplemente no cabe en el paradigma de Dios como el Todo-lo-que-es, Que-siempre-ha-sido y Que-siempre-será; y os dais cuenta de que tenéis, como mínimo, un dilema filosófico entre manos.

Hemos llegado a un punto en estas enseñanzas donde sentimos que tenemos que exponer la paradoja de Lucifer como un fallo en vuestras estructuras de creencia. Por lo tanto, deseamos reafirmar lo obvio. Si creéis en Dios, el Ser Supremo, el Todo-lo-que-es, ¿cómo explicáis la fuerza separada de un diablo? En el Todo-lo-que-es, ¿cómo puede «ser» cualquier otra cosa? En vuestras religiones más comunes hay un contrasentido: mientras que Dios está arriba, más allá y adentro de todas las cosas, el diablo, maldad de maldades, trabaja solo.

Vuestra Biblia no lo presenta de esa manera, ¿no es verdad? En las versiones menos adulteradas de vuestros libros religiosos tenéis una visión más clara de los quehaceres de Lucifer (el ángel caído), quien acepta servir a la oscuridad con el fin de asistir a la humanidad para proporcionaros los parámetros del libre albedrío que determinan la existencia como conciencia individual del alma.

Ese mensaje es borroso para vuestra visión, pues ha perdido claridad en el curso de las diversas interpretaciones que han recibido dichas escrituras sagradas. Os vendría bien volver a leer la Biblia como un relato que proporciona conocimiento y poder, y no como la herramienta en que se ha trastocado en manos de la cultura religiosa: un manual mítico de obediencia.

Os decimos que esta gran obra de misticismo esotérico contiene toda la Sabiduría Secreta, pero vuestros líderes religiosos distorsionan las enseñanzas en forma de nuevos paradigmas que son útiles para sus estructuras. Tenéis que leer sin tomar en cuenta sus enseñanzas, regresar a la información esencial contenida en los escritos y descifrar los códigos para revelar el significado dado a las palabras antes de que se transmutasen en sus actuales interpretaciones.

¿No fue la Biblia la que introdujo la serpiente maléfica en el jardín mágico?

Sus palabras a Eva despertaron en Adán y Eva el deseo de comer del fruto prohibido:
«El día en que comáis de él, se os abrirán los ojos y seréis como Dioses, conocedores del bien y del mal2».
Os han enseñado a temer a la serpiente y a creer que vuestros problemas empezaron cuando Adán y Eva desobedecieron a Dios, y aquí estamos otra vez, de regreso en la lucha de poder, volviendo a vivir la culpa que no os corresponde cargar.

2 Génesis 3:5-6

Esa interpretación os hace temer la condenación de Dios, su ira desatada sobre aquellos que se atreven a desobedecer la ley y el mandato divino. Por otra parte, os preguntamos: ¿qué suerte habrían corrido los dos únicos seres existentes si hubiesen resistido la tentación de comer la manzana y fueran los residentes exclusivos del jardín del placer?

En las palabras de esas enseñanzas sagradas se lee un mensaje distinto, y os pedimos que oigáis una interpretación muy diferente de estos arquetipos —un tratado hexadimensional—, donde la serpiente (Satán, el yo «sombra» de Dios) invita a Adán (el yo lógico y analítico, el yang) y a Eva (el yo intuitivo, el yin) a que reconozcan que, como chispas de la luz divina, son responsables de las elecciones de su libre albedrío, y que con la manzana (el fruto de esa conciencia) son libres de elegir entre los extremos de la polaridad: el bien y el mal, la luz y la oscuridad, Dios y Satán.

Una interpretación os enseña el miedo y la culpa; la otra os da el poder de reconocer la fuerza divina en vuestro interior. ¿Es de extrañar que el Poder haya favorecido la primera?

Los líderes religiosos os hacen postrar de rodillas para que obedezcáis a Dios y le tengáis miedo al diablo o a cualquier ser maligno equivalente que refleje la oposición a la fuerza divina en la expresión de una religión dada. Se trata siempre de una modalidad de Satán: el elemento antagonista en todas las religiones.

Y en todas las épocas, aun en las culturas más paganas, los espíritus malignos han sido perseguidos, expulsados, temidos y venerados. Sin el diablo no hay religión, ¿no es verdad? Es decir, si la religión ha de existir, ¿no le hace falta un antagonista para crear la tensión dinámica tan necesaria en la tragedia humana?

Considerad la comedia griega o vuestras propias obras de teatro y películas dramáticas modernas. Sin el contraste dinámico entre el protagonista y el antagonista, sin el bueno, el malo y el feo, no hay trama que pueda mantener atento a nadie. Las grandes y rentables instituciones de la religión organizada en vuestro mundo requieren miles y miles de millones de dólares para sustentarse, y éstas, asimismo, tienen que mantener vivo vuestro interés para asegurar el flujo de capital hasta sus arcas.

Allí, donde cúpulas de oro e incalculables riquezas cubren vuestros lugares de oración, es necesario que primero os tengan totalmente convencidos de que existe un conflicto entre el bien y el mal para contar con vuestras donaciones y pago de tributos. Os preguntamos esto: ¿estaríais igualmente dispuestos a caer de rodillas y obedecer a los sacerdotes y ministros si no hubiese un diablo en potencia del cual os tienen que salvar?

Imaginad por un momento lo que haría falta para cumplir con el papel de ser la oposición a la luz de la fuerza de Dios. ¿Qué clase de ser del espíritu estaría dispuesto a asumir una misión semejante? Tened en cuenta que si creéis en el Todo-lo-que-es, entonces, por definición, tenéis que creer que Lucifer es parte de esa totalidad, y sólo os falta deducir lo obvio: el maléfico Lucifer, el extremo oscuro de la luz de Dios, es realmente un reflejo de esa luz.

De modo que el diablo, un aspecto del Todo-lo-que-es, está a vuestro servicio, pues la misma naturaleza de este lado oscuro os ofrece, mujeres y hombres conscientes, la elección del libre albedrío. Esto es lo que os separa de los animales; ésta es la razón fundamental de vuestra existencia.

La oscuridad, entonces, tiene que redefinirse, y vosotros podéis hacerlo, una vez que eliminéis el miedo a la muerte y al diablo. Os recordamos que sólo la ignorancia os puede mantener encadenados, y cuando exploréis vuestras sombras y aceptéis que incluso la oscuridad está al servicio de la humanidad, verdaderamente obraréis en la luz.

La mayoría de las religiones de vuestra civilización os ha metido el miedo tan adentro que va a ser una tarea monumental para vosotros que expulséis al diablo y que luego abracéis una comprensión de su relación dinámica con Dios. En nuestra primera comunicación os hablábamos de la oscuridad sagrada. Cuando entendéis, podéis perdonar a quienes eligen sostener la vibración oscura, incluyendo al propio diablo, y luego los podéis incorporar a vuestros planes de unidad e integración, pues los dos polos constituyen la totalidad.

«Ama a tu enemigo», dijo el Cristo. ¿Entendéis el profundo significado de este mensaje?




Extracto del libro: "El Cosmos de Alma".
Un despertar para la humanidad.
Capítulo XII - De Lucifer y la oscuridad
Patricia Cori.





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