Varios/Otros ~ Adán y Eva.
La Luz no conoce la limitación.
El
miedo supremo, vuestro peor terror como seres físicos, aparentemente es
el miedo a la muerte, el cual hemos tratado en otros momentos de estas
transmisiones. Ahora ya sabéis que sólo al asumir la muerte y vuestra
propia inmortalidad es que podéis dejara un lado la mayor aprensión que
tenéis. Vuestra adopción de las filosofías orientales y la creciente
aceptación del proceso kármico os ayudan a comprender vuestro eterno
retorno y transformación. En verdad, el entender la reencarnación es una
gran ayuda para apaciguar a esa bestia primordial: el miedo a la
no-existencia.
Pero ¿qué hay del diablo, esa fuerza malévola por excelencia?
Partís
de la premisa, de la comprensión, de que todo lo que existe es un
reflejo del Todo-lo-que-es, Que-siempre-ha-sido y Que-siempre-será, y
desde el inicio de vuestra instrucción religiosa y filosófica os
adoctrinan en el dogma de tal manera que os cegáis con la antítesis
entre el arquetipo del dechado de maldad y el Ser Supremo.
¿Nunca
os habéis preguntado que si todo es Dios —el Todo-lo-que-es—, cómo
explicamos entonces al diablo, el gran homólogo de la fuerza divina?
¿Cómo puede emerger algo como un ente separado, si todo es Dios? Dios,
todo lo que es sacrosanto y bueno, ¿contiene en sí al diablo? Decir que
la religión se contradice a sí misma es una sublime cortedad de
palabras.
Aquí reside la paradoja filosófica de vuestras
religiones, pues veis que el diablo, una fuerza maligna que hay que
conquistar y dominar, simplemente no cabe en el paradigma de Dios como
el Todo-lo-que-es, Que-siempre-ha-sido y Que-siempre-será; y os dais
cuenta de que tenéis, como mínimo, un dilema filosófico entre manos.
Hemos
llegado a un punto en estas enseñanzas donde sentimos que tenemos que
exponer la paradoja de Lucifer como un fallo en vuestras estructuras de
creencia. Por lo tanto, deseamos reafirmar lo obvio. Si creéis en Dios,
el Ser Supremo, el Todo-lo-que-es, ¿cómo explicáis la fuerza separada de
un diablo? En el Todo-lo-que-es, ¿cómo puede «ser» cualquier otra cosa?
En vuestras religiones más comunes hay un contrasentido: mientras que
Dios está arriba, más allá y adentro de todas las cosas, el diablo,
maldad de maldades, trabaja solo.
Vuestra Biblia no lo presenta
de esa manera, ¿no es verdad? En las versiones menos adulteradas de
vuestros libros religiosos tenéis una visión más clara de los quehaceres
de Lucifer (el ángel caído), quien acepta servir a la oscuridad con el
fin de asistir a la humanidad para proporcionaros los parámetros del
libre albedrío que determinan la existencia como conciencia individual
del alma.
Ese mensaje es borroso para vuestra visión, pues ha
perdido claridad en el curso de las diversas interpretaciones que han
recibido dichas escrituras sagradas. Os vendría bien volver a leer la
Biblia como un relato que proporciona conocimiento y poder, y no como la
herramienta en que se ha trastocado en manos de la cultura religiosa:
un manual mítico de obediencia.
Os decimos que esta gran obra
de misticismo esotérico contiene toda la Sabiduría Secreta, pero
vuestros líderes religiosos distorsionan las enseñanzas en forma de
nuevos paradigmas que son útiles para sus estructuras. Tenéis que leer
sin tomar en cuenta sus enseñanzas, regresar a la información esencial
contenida en los escritos y descifrar los códigos para revelar el
significado dado a las palabras antes de que se transmutasen en sus
actuales interpretaciones.
¿No fue la Biblia la que introdujo la serpiente maléfica en el jardín mágico?
Sus palabras a Eva despertaron en Adán y Eva el deseo de comer del fruto prohibido:
«El día en que comáis de él, se os abrirán los ojos y seréis como Dioses, conocedores del bien y del mal2».
Os
han enseñado a temer a la serpiente y a creer que vuestros problemas
empezaron cuando Adán y Eva desobedecieron a Dios, y aquí estamos otra
vez, de regreso en la lucha de poder, volviendo a vivir la culpa que no
os corresponde cargar.
2 Génesis 3:5-6
Esa
interpretación os hace temer la condenación de Dios, su ira desatada
sobre aquellos que se atreven a desobedecer la ley y el mandato divino.
Por otra parte, os preguntamos: ¿qué suerte habrían corrido los dos
únicos seres existentes si hubiesen resistido la tentación de comer la
manzana y fueran los residentes exclusivos del jardín del placer?
En
las palabras de esas enseñanzas sagradas se lee un mensaje distinto, y
os pedimos que oigáis una interpretación muy diferente de estos
arquetipos —un tratado hexadimensional—, donde la serpiente (Satán, el
yo «sombra» de Dios) invita a Adán (el yo lógico y analítico, el yang) y
a Eva (el yo intuitivo, el yin) a que reconozcan que, como chispas de
la luz divina, son responsables de las elecciones de su libre albedrío, y
que con la manzana (el fruto de esa conciencia) son libres de elegir
entre los extremos de la polaridad: el bien y el mal, la luz y la
oscuridad, Dios y Satán.
Una interpretación os enseña el miedo y
la culpa; la otra os da el poder de reconocer la fuerza divina en
vuestro interior. ¿Es de extrañar que el Poder haya favorecido la
primera?
Los líderes religiosos os hacen postrar de rodillas para
que obedezcáis a Dios y le tengáis miedo al diablo o a cualquier ser
maligno equivalente que refleje la oposición a la fuerza divina en la
expresión de una religión dada. Se trata siempre de una modalidad de
Satán: el elemento antagonista en todas las religiones.
Y en
todas las épocas, aun en las culturas más paganas, los espíritus
malignos han sido perseguidos, expulsados, temidos y venerados. Sin el
diablo no hay religión, ¿no es verdad? Es decir, si la religión ha de
existir, ¿no le hace falta un antagonista para crear la tensión dinámica
tan necesaria en la tragedia humana?
Considerad la comedia
griega o vuestras propias obras de teatro y películas dramáticas
modernas. Sin el contraste dinámico entre el protagonista y el
antagonista, sin el bueno, el malo y el feo, no hay trama que pueda
mantener atento a nadie. Las grandes y rentables instituciones de la
religión organizada en vuestro mundo requieren miles y miles de millones
de dólares para sustentarse, y éstas, asimismo, tienen que mantener
vivo vuestro interés para asegurar el flujo de capital hasta sus arcas.
Allí,
donde cúpulas de oro e incalculables riquezas cubren vuestros lugares
de oración, es necesario que primero os tengan totalmente convencidos de
que existe un conflicto entre el bien y el mal para contar con vuestras
donaciones y pago de tributos. Os preguntamos esto: ¿estaríais
igualmente dispuestos a caer de rodillas y obedecer a los sacerdotes y
ministros si no hubiese un diablo en potencia del cual os tienen que
salvar?
Imaginad por un momento lo que haría falta para cumplir
con el papel de ser la oposición a la luz de la fuerza de Dios. ¿Qué
clase de ser del espíritu estaría dispuesto a asumir una misión
semejante? Tened en cuenta que si creéis en el Todo-lo-que-es, entonces,
por definición, tenéis que creer que Lucifer es parte de esa totalidad,
y sólo os falta deducir lo obvio: el maléfico Lucifer, el extremo
oscuro de la luz de Dios, es realmente un reflejo de esa luz.
De
modo que el diablo, un aspecto del Todo-lo-que-es, está a vuestro
servicio, pues la misma naturaleza de este lado oscuro os ofrece,
mujeres y hombres conscientes, la elección del libre albedrío. Esto es
lo que os separa de los animales; ésta es la razón fundamental de
vuestra existencia.
La oscuridad, entonces, tiene que
redefinirse, y vosotros podéis hacerlo, una vez que eliminéis el miedo a
la muerte y al diablo. Os recordamos que sólo la ignorancia os puede
mantener encadenados, y cuando exploréis vuestras sombras y aceptéis que
incluso la oscuridad está al servicio de la humanidad, verdaderamente
obraréis en la luz.
La mayoría de las religiones de vuestra
civilización os ha metido el miedo tan adentro que va a ser una tarea
monumental para vosotros que expulséis al diablo y que luego abracéis
una comprensión de su relación dinámica con Dios. En nuestra primera
comunicación os hablábamos de la oscuridad sagrada. Cuando entendéis,
podéis perdonar a quienes eligen sostener la vibración oscura,
incluyendo al propio diablo, y luego los podéis incorporar a vuestros
planes de unidad e integración, pues los dos polos constituyen la
totalidad.
«Ama a tu enemigo», dijo el Cristo. ¿Entendéis el profundo significado de este mensaje?
Extracto del libro: "El Cosmos de Alma".
Un despertar para la humanidad.
Capítulo XII - De Lucifer y la oscuridad
Patricia Cori.
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