LUZBY BERNAL

viernes, 19 de mayo de 2017

Enfoques sobre la Parashá Bejucotai - En Mis Leyes


Torá desde Jerusalem



Parashá Bejucotai - En Mis Leyes
Libro Vayikrá / Levítico (26:3 a 27:34)
Enfoques sobre la Parashá

"Impondré paz en la Tierra, yaceréis y no habrá quien haga estremecer y haré desaparecer las fieras feroces de la tierra, y la espada no pasará por vuestra tierra" (Vayikrá 26:6)
Constante actividad es una bendición.  Cuando alguien está ocupado se siente completo y saludable, pero cuando está pasivo, busca la manera de matar el tiempo.
Busca entretenimiento y distracción para sacar de su mente ese vacío que siente.
Se convierte en alguien cansado y aburrido que quiere viajar, tratando de hacer de su vida un catálogo glamoroso.  Este falso sentido del movimiento no es más que un pobre sustituto del viaje real que es el espiritual; y este viaje tan fascinante y educacional no puede tener lugar ni en el aburrimiento ni en el estancamiento, sino que en la actividad constante.
(Hamek Davar)


"Rememoraré mi pacto con Yaacob, y también mi pacto con Itzjak, y también mi pacto con Abraham rememoraré, y a la tierra rememoraré" (Vayikrá 26:42)
¿Cuál es la conexión entre estas palabras y la Tojajá (reprimenda) que inmediatamente las precede?
Si tenemos padres como Abraham, Itzjak y Yaacob, y una tierra como Eretz Israel, tenemos que pensar de qué manera nuestras transgresiones  serán contadas.  Si el fundador de una gran familia que vive en los alrededores del palacio, peca contra el Rey, su transgresión es infinitamente más grande que la de una simple persona que viene de la ciudad.
(Shla"h HaKadosh)


"Pero a pesar de todo esto, mientras estuvieren en la tierra de sus enemigos, no sentiré repugnancia de ellos ni los habré rechazado para destruirlos por completo" (Vayikrá 26:44)
Era la primera noche de Janucá.  La única luz de la Menorá irradiaba un extraño brillo.  Su luz no provenía de la cera ni del aceite.  Porque esa era una Menorá muy especial; una Janucá muy especial.  Esa Menorá era una vieja traba de madera.  Esa luz provenía de pomada para lustrar botas.  Esa era la Janucá en Bergen-Belsen.  El Rebe de Bluzhev entonó las dos primeras bendiciones con la usual melodía festiva, pero el sonido de su voz estaba empañado de dolor. Estaba a  punto de iniciar la tercera bendición cuando de pronto  se detuvo.  Hizo una pausa, y por lo que pareció una eternidad, miró al rostro de todos los presentes. 
Entonces pronunció la bendición, con la voz llena de fuerza: "Bendito eres Tu, Hashem, nuestro Di-s, que nos mantuvo con vida, nos conservó y nos trajo a este momento" "Amen", susurró la multitud amontonada. 
Más tarde, uno de los hombres fue a ver al Rebe y le dijo: "¿Le puedo hacer una pregunta, Rebe?" "¿Cuál es tu pregunta?", le dijo el Rebe.  "¿Como puede decir una bendición agradeciéndole a Di-s por habernos traído a un momento como este?"
"¿Sabes una cosa?", le dijo el Rebe de Bluzhev, "Yo  pensé exactamente lo mismo.  Por eso me detuve en el medio.  Estuve a punto de preguntarles al rabino de Zaner y a otros colegas míos si verdaderamente podía  pronunciar esa bendición.  Pero entonces percibí todos los rostros que miraban expectantes a esa traba de madera llena de pomada para lustrar zapatos.  Pensé: estamos aquí, en este pozo, en el agujero más negro del mundo.  Y aquí estan unos cuantos judíos encendiendo las luces de Janucá.  A pesar de todo el mal que están haciendo esos asesinos, nosotros estamos encendiendo luces.  Y pensé para mi mismo:  ¡Amo del Universo!  ¿Quién es como Tu Pueblo Israel? 
Mira como están parados, con la muerte mirándolos en la cara, y con tanto amor están pendientes de cada una de las palabras de la bendición: Quien hizo milagros para nuestros antepasados, en aquellos días, en esta época.
Y pensé: "si ahora no es el lugar para agradecerle a Di-s por habernos traído a este momento, entonces no se cuando es.  Es mi sagrada tarea decir ahora esa bendición".
En cada generación se alzan para aniquilarnos, pero el  Santo nos rescata de sus manos.  Una generación no es mucho tiempo.  Tal vez quince o veinte años.  Nuestros ojos vieron que en cada generación se  levantan para borrarnos.
Ve de caminata por las calles de Jerusalem y oye las voces sagradas de los niños pequeños que estudian Torá.  Ese es un sonido que reverbera a través de las  generaciones.  Ese es un sonido que los enemigos del Pueblo Judío han tratado de silenciar en cada generación.  Pero inclusive en el territorio de nuestros  enemigos, Di-s no ha de olvidar a Su Pueblo.  A pesar de que nosotros Lo rechacemos, Él no sentirá repulsión de nosotros.  Él no nos rechazará.  Él nos reunirá desde los cuatro confines de la Tierra hacia Eretz Israel.  Y Él borrará las lágrimas de nuestros ojos.
(Relato de Ilan Grossman)


"Vuestra trilla durará hasta la vendimia; y la vendimia durará hasta la siembra; comeréis vuestro pan hasta saciaros y habitareis seguros en vuestra tierra" (Vayikrá 26:5)
Asi será de fructífera la tierra: aún estaréis ocupados trillando cuando llegue el momento de cosechar las uvas; y cuando llegue el momento de plantar los  granos del año siguiente, aún estaréis cosechando las uvas. (Rashi)
Hay un antiguo refrán que reza "Si quieres que se haga algo, pídele a una persona ocupada".
La actividad constante es una bendición.  Al estar ocupados, nos sentimos realizados y sanos.  Al estar  ociosos, buscamos formas de matar el tiempo. 
Buscamos divertimentos y entretenimientos que nos alejen la mente del vacío que sentimos.  Nos ponemos inquietos.  Nos aburrimos.  Queremos viajar, pensando que el movimiento nos va a traer aquello que nos falta.  Pero esa falsa sensación de movimiento no es más que un pobre sustituto del viaje real, del viaje más fascinante y educativo, que es el viaje espiritual, y que no puede tener lugar en el ocio y el aburrimiento, sino únicamente en la actividad constante.
(Basado en Haemek Davar)


"Y Yo destruiré vuestros ídolos del sol" (Vayikrá 26:30)
Nos resulta difícil comprender el deseo que existió alguna vez por la idolatría.  Hoy en día nos parece increíble que alguien quisiera adorar un muñeco.  Pero si hubiésemos vivido cuando estaba vigente esa inclinación hacia la idolatría, con gran entusiasmo nos iríamos corriendo a postrarnos frente a algún pedazo de madera.
Sin embargo, a comienzos del Segundo Templo, los Sabios mataron el deseo por los ídolos.  Ahora vivimos en un mundo en el que no se conoce lo que es el deseo de la idolatría, y no podemos saber lo que es.  Dicho deseo no existe más.
Cuando los Sabios destruyeron el deseo de la idolatría, salió del Santo de Santos del Templo una figura como un león de fuego.  El profeta dijo: "Este es el mismo yetzer hará (deseo de hacer el mal) que llevó a la  gente a adorar ídolos".
Sin embargo, permanece el interrogante: ¿Qué hacía esa criatura al salir del lugar más santo de toda la  tierra?  ¿Ese era un lugar adecuado para semejante bestia?
El impulso hacia la idolatría tenia un propósito sagrado: que lo dominemos.  Al dominar ese impulso subimos un escalón en la escalera hacia la santidad.  Cuando los Sabios destruyeron ese impulso, también afectaron el deseo de alcanzar la santidad.  Ahora vivimos en un mundo en el que no tenemos una idea real de lo que es la santidad.  Sabemos que algo le falta a la vida, pero no podemos detectar de qué se trata.
Después de que los Sabios mataran el deseo por los ídolos, trataron de ponerle fin tambien al deseo de la inmoralidad.  Durante tres días ninguna gallina puso huevos.  Al ver que el mundo no podía subsistir sin el deseo físico, los Sabios lo restauraron al mundo.  El Talmud dice que Hashem dijo: "Yo creé el yetzer hará (mala inclinación) y Yo creé la Torá, su  antídoto".  La palabra utilizada por la Guemará es tavlin, que también significa "condimento". La Torá no es solamente el único modo en que un judío puede canalizar su deseo físico para que no lo lleve a la destrucción, sino que también es el condimento que le da sabor a la vida, mucho después de que todo lo demás perdió todo su encanto.
(Avnei Ezel)
Shabat Shalom.

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